jueves, 18 de agosto de 2011

Recordándote

Hace tantas lunas que nos conocimos. Ha pasado casi un año desde la última vez que nos vimos. Pero basto verte aquel viernes bajo los reflectores de colores para animar a mi archivador a revisar nuestra historia.
 
Me encanto que te acercaras a saludarme y que me invitaras algo para calmar la sed. Estabas frente a mí, solo para mí -como había querido bastante tiempo atrás. Tú, el chico alto de piel bronceada que alguna vez tuvo músculos de acero y un cuerpo bellamente esculpido. Tu sonrisa sigue idéntica, aunque tu cuerpo que solía ser celestial portaba una pancita cervecera nada provocadora. Un nuevo corte de pelo que me hizo notar tus enormes orejas. Y por primera vez no me sentí atraída físicamente hacia a ti.

Esa noche hablamos bastante y recordamos viejos tiempos, y pensar que han pasado cuatro años de eso, lo recuerdo todo como si fuera ayer.

Recuerdas como nos conocimos, fue en uno de mis bares favoritos de Barranco. Tú estabas de pie, tenías la barba un poco crecida como me gusta, sostenías un vaso de cerveza, mirabas a todos lados menos hacia mí. Te clave la mirada, cuando te diste cuenta, me sonreíste. Los dos nos acercamos y nos pusimos a bailar.

Luego de un par de canciones, me dijiste que estabas cansado, que te querías sentar un rato. Pensé que era una excusa para escaparte, pero me dijiste que querías conversar. Fuimos a una parte tranquila del bar y fue ahí donde nos besamos.

Por otro lado mis amigas se habían encontrado con unos chicos, se iban a otro bar, tenia que ir con ellas, y tú me seguiste. Te dije que no quería caminar, y me llevaste por todo Barranco en tus hombros. Como nos divertimos ese día.

Al final de la noche intercambiamos números de teléfono, salimos una vez más pero no funcionó también como la primera vez. Dejamos de vernos, pero hablábamos de vez en cuando. Tenías una sonrisa de niño travieso que me volvía loca, todavía la tienes es tu arma secreta y lo sabes.

Pasaron algunos meses donde cada uno estuvo metido en sus cosas. Hasta que nos encontramos otra vez y retomamos la comunicación, fuimos por un café -ese día descubrí que odiabas el café- hablamos un montón, me pusiste al día en tu vida. Te acuerdas que me tuvieron que cambiar el café un par de veces porque los vasos tenían hueco y termine bañada en crema.

Luego del café, siguieron las llamadas, la necesidad de saber del otro, la primera película en tu casa, el primer beso en tu habitación, los abrazos, las caricias, la necesidad de estar contigo. Las siguientes películas en tu casa, el primer juego de villas en tu mundo. Todo eso vino y se fue. Desapareciste.

Dejaste de llamar, preferiste tu tabla de surf y las olas a estar conmigo. Pero por alguna razón me llegabas a extrañar y volvías a mí. Me invitabas a salir y te cancele una y otra vez. Hasta te deje plantado en el cine y me llamaste preocupado. Como olvidar ese día.
A los pocos días de aquel último incidente, aquella extraña llamada, me hizo imaginar posibles razones que justificaban tus constantes desapariciones. Ese día te encontré, y como tenía tantas interrogantes sobre ti, te  lo pregunte de la forma más tranquila posible. Primero te reíste, luego lo negaste, y después terminamos hablando muy vagamente de lo que queremos los dos de esto. No me quedo claro, trataba de entenderte, pero no me decías lo que yo quería escuchar.

Al día siguiente estabas manejando tu carrito verde y de pura coincidencia pasaste por mi casa, a los pocos minutos, estábamos en la sala de mi casa, conversando como si no nos hubiéramos alejado. Te quise abrazar y besar, pero me aguante las ganas. Ese día me invitaste a comer, y luego remojamos nuestros pies en el mar y descubrí muchas cosas de ti. Descubrí que te encanta la salsa, que me encanta tu risa, y que con mis cuentos y comentarios te hago reír, y eso me gusta. Descubrí que tienes mas metas de las que imaginaba, que eres un gran conversador, que cocinas, que cuidas tu cuerpo, que eres independiente. Descubrí que detrás de ese disfraz de chico “malo”, se esconde un chico dulce que pide cariño y atención a gritos.

Esa noche te conocí más que en cualquiera de las salidas que tuvimos alguna vez. Esa noche me gustaste más que nunca. Pero los dos sabíamos que iba a funcionar mejor si solo éramos amigos. 

Volviendo al presente, me encanto encontrarte esa noche, pero me encanto aun más saber que una de tus amigas se pusiera celosa porque estuve un largo rato muy cerca de tus labios, escuchándote atentamente.

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