Hacia tiempo que quería escapar de la rutina, y empezar una nueva aventura.
Así que me
decidí, y el sábado a las 7.30am ya estaba en la casa de L con Cau.
Luego de acomodar las mochilas y el resto del equipo en Chitara, la camioneta
de L, empezamos el trayecto.
La primera parada fue en un grifo en la carretera, donde nos encontramos
con el resto de grupo que viajaba en otro camioneta. Siete personas en busca de
nuevos caminos. Una vez que las
camionetas fueron alimentadas con el combustible adecuado, cargado con las provisiones
necesarias y con los walkie talkie en mano, era momento de continuar con el
recorrido.
Más de cuatro horas de camino, entre paradas para tomar fotos y preguntar a
las personas más amables la dirección correcta. Pasamos Chosica, Santa Eulalia,
Callahuanca, Huinco, Autisha, San Pedro de Casta y San Juan de Iris, bordeando
las montañas que se tornaban cada vez mas verdes conforme nos acercábamos al
destino. Hasta que por fin, después de conversar harto en el auto y disfrutar
del increíble gusto musical de Cau, llegamos a Carampoma.
Un plato de arroz con huevo doble yema llenó de satisfacción nuestros
estómagos y ya estábamos listos para adentraremos por fin en las montañas.
Mochilas en la espalda empezó la caminata en altura. Subir las verdes montañas,
algunas tenían andenes y en otras pastaban las vacas mas hermosas.
Eran las seis de la tarde y todavía nos faltaba un kilometro de camino,
pero el frío empezaba a acercarse así
como el sol a ocultarse. Así que empezó la odisea para armar las carpas donde
nos refugiaríamos en la noche. Y digo una odisea, pues una de las
linternas dejo de alumbrar muy pronto, y con solo una luz armamos dos carpas
sobre un terreno que no era del todo plano.
El frío se hacia más intenso y perforaba mi cuerpo, pero no me importaba
estaba feliz, maravillada. Los siete tirados sobre el pasto mirando las
estrellas, alucinando con ellas. Nunca había estado tan cerca de las estrellas
ni rodeada de tantas.
Un par de horas después, luego de comer un par de latas de atún con
galletas, los siete nos refugiamos del frio al interior de la carpa. Un shot de
Capitán Morgan nos hizo sentir nuevamente los dedos de los pies, y las
carcajadas e historias hicieron la noche. Caímos rendidos, pero dormir
profundamente es difícil, sobre todo si el lugar donde duermes esta inclinado
hacia un lado. Los que dormimos hacia el lado derecho perdimos, pues bastaba
que nos acomodáramos un poco para perder el sitio, ya que el que estaba al lado
se rodaba.
El viento soplaba y parecía que alguien azotara la carpa, y con L
terminamos hablando de dioses griegos a la madrugada. Y a las cinco en punto
nos despertó el graznar de un burro. A las seis nos rendimos con el sueño y
salimos a tomar desayuno y preparar nuestros cuerpos para bajar la montaña.
Fue muy divertido, te retas a ti mismo constantemente y conocí a cuatros
personas maravillosas que hicieron de esta travesia aun más divertida. Pero
también volví a conocer a mi amigo de siempre, a L. Y fue raro, pues hemos andando
con el mismo grupo de amigos desde que nos preparábamos en la academia para
ingresar a la universidad, pero recién este año siento que lo estoy conociendo
de verdad. Y me alegra tenerlo como amigo, fue valiosa su presencia cuando en
la ultima parte del camino mi cuerpo no podía mas. No se separo de mi y me dio
fuerzas para llegar a la meta, y realmente se lo agradezco porque toda esta
experiencia fue mística…