No sé por dónde empezar ni como terminar esta historia sobre un chico que aparece y desaparece de mi vida como por arte de magia. Tengo claro que mis sentimientos hacia el son solo de cariño, de una ilusión que siguió viva por mucho tiempo pero que al fin se apago.
Por coincidencias de la vida nos encontramos sin querer el viernes en el dragón del sur y mientras sonaba la música y nos abrazábamos por el reencuentro no me aguante las ganas de decirle que alguna vez lo quise mucho. La verdad es que no sé porque se lo dije después de tanto tiempo, pero tampoco me arrepiento. Creo que fue necesario para de una vez ponerle fin a nuestra historia y a las ganas que tenia de desnudar su cuerpo.
Él lo tomo de una manera que yo no esperaba y confesó que tiempo atrás -cuando esta historia se iniciaba hace más de cuatro años- le hubiera gustado estar conmigo, me dijo las cosas que le gustaban de mi como persona, que siempre me ha querido y que al igual que yo hoy solo guardamos el uno por el otro un gran cariño.
Nuestra historia nunca funciono, pues mientras nos sinceramos llegamos a la conclusión de que el siempre quiso meterme en su cama primero y luego comprometerse a una relación, mientras que yo siempre quise primero la relación para luego meternos en mi cama. Desde el principio yo supe sus intenciones, pero siempre pensé que podía lograr cambiar los factores.
Ha pasado mucho tiempo, ambos tuvimos otras relaciones, salíamos con otras personas, pero siempre de alguna u otra manera nos volvíamos a encontrar, volvíamos a salir, a conversar, a ver películas. Pero aquel viernes fue la primera vez que dejamos todo clarísimo sobre la mesa, y sin embargo, a diferencia de otras veces ninguno de los dos se pudo resistir a sentir los labios del otro, labios que dejamos de probar hace un par de años.
Me moría de ganas de aceptar su propuesta de escaparnos los dos a su casa en San Bartolo y jugar a las escondidas debajo de las sabanas, pero mi intuición de mujer, mi cordura y mi cabeza me decía que no. Nos besamos un poco más, recordamos viejas anécdotas, nos actualizamos y mientras el cielo se aclaraba, nosotros nos decíamos adiós.