miércoles, 24 de agosto de 2011

Cansada de Besar Sapos



Haciendo un recuento de mi vida, me doy cuenta de que estoy cansada de besar sapos y de ilusionarme y quizá hasta de enamórame de algunos que nunca debieron ser. Tal vez sea por mi loca obsesión por los chicos que se alejan un poco del común denominador que dicta esta sociedad que me rodea. O quizá también, porque a veces siento que soy yo la que no encaja en la sociedad en la que tuve que nacer.
Todo empezó cuando volví a reencontrarme con mi soledad luego de una larga relación de pareja que termino por la distancia, la elección de caminos diferentes y mis ganas de seguir explorando. Transcurrió todo un año, en el cual retorne a mis actividades favoritas, a las salidas con mis amigas del colegio y de la universidad, a mi independencia.

Luego, apareció el flacucho del arquitecto, quien me encantó por su excentricidad, sus jeans rotos, sus converse, y el amor que compartimos por el arte y sobre todo por la música. Era un poco nerd, y además era profesor de arquitectura en un par de universidades. Nuestro lugar de encuentro era el sargento y algunos cuantos conciertos. Cuando me di cuenta de que su única intención era el sexo, salí corriendo.
Después de él, apareció un aspirante a arquitecto – creo que también tengo algo con los arquitectos. Este aspirante tenía un cuerpo increíble, gracias al surf y al skate. Tocaba guitarra, pero eso lo descubrí mucho después. Podría decir que se trata de un “chico malo”, de un chico prohibido. Estuvimos saliendo por un largo tiempo, pero nunca llegamos a concretar nada, puesto que para él todo es un juego.
El aspirante a arquitecto causo en mí un extraño efecto, y  tratando de olvidarlo conocí a un estudiante de ingeniería industrial con el que no tenía nada en común. A un estudiante de psicología que intentó analizarme. A un guitarrista de un grupo de rock conocido que se drogaba cuando no estaba conmigo, y luego a un don nadie de bellos ojos quien termino metiéndose con mi hermana.

Luego apareció el aspirante a abogado, con harto floro y con quien compartía muchas cosas en común. Estuvimos casi un año juntos y cuando pensé que lo había encontrado, un desliz de su parte -como él prefiere llamarlo- me animo a dar un paso al costado.
Hoy puedo decir que me canse de besar sapos, y que los príncipes azules no existen. Y que casi todos esos chicos ya encontraron a su complemento, y mientras tanto yo sigo en el mismo puesto. No sé que me deparará el futuro, solo espero que sea bueno, que me traiga más alegrías y menos sufrimiento. 

martes, 23 de agosto de 2011

Acabo de llegar a casa

Acabo de llegar a casa
Son las 3.35 de la mañana
Me arden los ojos por el humo que había en el bar
No tome mucho
Estoy conciente de la realidad
Y de la nada tengo ganas de llorar
Ganas de gritar
Estoy cansada de ser el violín
Me gustaría escapar
Escapar de esta vida
No me gustan los capítulos que andan incompletos
Ni las vueltas de página forzosas que tuve que hacer
No me gusta cruzarme con recuerdos que no quiero
Ni que me pisen los pies
Y ahora tengo miedo
Miedo a soledad
Una vez más quiero salir corriendo
Que me falte el aliento
Necesito volar
Respirar otro lugar
Necesito volver a empezar

viernes, 19 de agosto de 2011

Carta a Leugim

Si pudieras retroceder el tiempo, ¿lo cambiarias todo? Desearías que nunca nos hubiéramos conocido, desearías haber sido más consciente de lo que tuviste por un tiempo,  o solo viajarías de vuelta al día donde se acabo para los dos.

Ojala pudiéramos retroceder el tiempo, bueno fuera cambiar las cosas que hicimos mal con solo presionar un botón y borrarlas para siempre. Pero como seria el volver a comenzar, el volver a andar, si con solo el botón de “rewind”, “edit” y “delete” se arreglaría el mundo.  Seguiríamos yendo siempre hacia atrás y los problemas de la vida se eliminarían con solo un clic.

Es difícil seguir andando cuando una parte de tu cuerpo se resiste al cambio, y sobre todo cuando una de tus piernas se entierra en las arenas movedizas del pasado. Creo que a veces nosotros preferimos seguir en el extraño confort del pasado y soportar lo que se venga por miedo a cambiar de camino. Es más fácil asentir y acurrucarnos en el desván de los recuerdos y memorias. Pero es más difícil preparase para asumir nuevo retos y aventuras en el camino amarillo de la vida. ¿Por qué? Porque nadie sabe qué es lo que va a pasar más allá de hoy.

Dejemos de mentirnos, dejemos de buscarnos hasta en los sueños, dejemos de hacernos daño y soltemos nuestras manos para empezar a vivir separados. Sé que duele, que arde y que pica, que se siente un vacio muy grande alrededor, que de pronto nos invade una sensación de melancolía. ¡Cuidado! Pues la soledad es algo traicionera, a veces es buena pero si se está mucho tiempo con ella nos puede atrapar y cada vez es más difícil escapar de ella.

No hay que temer, hay que sentarnos un momento sobre el limbo de nuestros pensamientos para desechar típicos cuestionamientos  como “no voy a encontrar a nadie como tú” o “no voy a poder ser el mismo de antes”. Dejemos de darle vuelta a estas cuestiones porque es verdad, nunca vamos a encontrar a otra persona igual. Todos somos diferentes, pensamos diferente y actuamos diferente. Y también es cierto que no vamos a volver a ser los mismos de antes, porque hemos vivido experiencias que nos han hecho crecer en distintos aspectos que nos impiden volver hacia atrás.

Ahora que resolvimos estas cuestiones, abramos las ventanas y las puertas, salgamos a dar una vuelta, separados. Y sigamos con esta aventura del futuro incierto cada quien por su lado. Ya nos despedimos en su momento, no nos diremos adiós, solo hasta luego. El futuro es tan incierto que quizá nuestros caminos se vuelvan a cruzar, eso nadie lo sabe. Es momento de  guardar el libro en el estante, pero antes de guardarlo prometamos que ninguno de los dos volverá a cometer los mismos errores que terminaron con esta historia. 

jueves, 18 de agosto de 2011

Recordándote

Hace tantas lunas que nos conocimos. Ha pasado casi un año desde la última vez que nos vimos. Pero basto verte aquel viernes bajo los reflectores de colores para animar a mi archivador a revisar nuestra historia.
 
Me encanto que te acercaras a saludarme y que me invitaras algo para calmar la sed. Estabas frente a mí, solo para mí -como había querido bastante tiempo atrás. Tú, el chico alto de piel bronceada que alguna vez tuvo músculos de acero y un cuerpo bellamente esculpido. Tu sonrisa sigue idéntica, aunque tu cuerpo que solía ser celestial portaba una pancita cervecera nada provocadora. Un nuevo corte de pelo que me hizo notar tus enormes orejas. Y por primera vez no me sentí atraída físicamente hacia a ti.

Esa noche hablamos bastante y recordamos viejos tiempos, y pensar que han pasado cuatro años de eso, lo recuerdo todo como si fuera ayer.

Recuerdas como nos conocimos, fue en uno de mis bares favoritos de Barranco. Tú estabas de pie, tenías la barba un poco crecida como me gusta, sostenías un vaso de cerveza, mirabas a todos lados menos hacia mí. Te clave la mirada, cuando te diste cuenta, me sonreíste. Los dos nos acercamos y nos pusimos a bailar.

Luego de un par de canciones, me dijiste que estabas cansado, que te querías sentar un rato. Pensé que era una excusa para escaparte, pero me dijiste que querías conversar. Fuimos a una parte tranquila del bar y fue ahí donde nos besamos.

Por otro lado mis amigas se habían encontrado con unos chicos, se iban a otro bar, tenia que ir con ellas, y tú me seguiste. Te dije que no quería caminar, y me llevaste por todo Barranco en tus hombros. Como nos divertimos ese día.

Al final de la noche intercambiamos números de teléfono, salimos una vez más pero no funcionó también como la primera vez. Dejamos de vernos, pero hablábamos de vez en cuando. Tenías una sonrisa de niño travieso que me volvía loca, todavía la tienes es tu arma secreta y lo sabes.

Pasaron algunos meses donde cada uno estuvo metido en sus cosas. Hasta que nos encontramos otra vez y retomamos la comunicación, fuimos por un café -ese día descubrí que odiabas el café- hablamos un montón, me pusiste al día en tu vida. Te acuerdas que me tuvieron que cambiar el café un par de veces porque los vasos tenían hueco y termine bañada en crema.

Luego del café, siguieron las llamadas, la necesidad de saber del otro, la primera película en tu casa, el primer beso en tu habitación, los abrazos, las caricias, la necesidad de estar contigo. Las siguientes películas en tu casa, el primer juego de villas en tu mundo. Todo eso vino y se fue. Desapareciste.

Dejaste de llamar, preferiste tu tabla de surf y las olas a estar conmigo. Pero por alguna razón me llegabas a extrañar y volvías a mí. Me invitabas a salir y te cancele una y otra vez. Hasta te deje plantado en el cine y me llamaste preocupado. Como olvidar ese día.
A los pocos días de aquel último incidente, aquella extraña llamada, me hizo imaginar posibles razones que justificaban tus constantes desapariciones. Ese día te encontré, y como tenía tantas interrogantes sobre ti, te  lo pregunte de la forma más tranquila posible. Primero te reíste, luego lo negaste, y después terminamos hablando muy vagamente de lo que queremos los dos de esto. No me quedo claro, trataba de entenderte, pero no me decías lo que yo quería escuchar.

Al día siguiente estabas manejando tu carrito verde y de pura coincidencia pasaste por mi casa, a los pocos minutos, estábamos en la sala de mi casa, conversando como si no nos hubiéramos alejado. Te quise abrazar y besar, pero me aguante las ganas. Ese día me invitaste a comer, y luego remojamos nuestros pies en el mar y descubrí muchas cosas de ti. Descubrí que te encanta la salsa, que me encanta tu risa, y que con mis cuentos y comentarios te hago reír, y eso me gusta. Descubrí que tienes mas metas de las que imaginaba, que eres un gran conversador, que cocinas, que cuidas tu cuerpo, que eres independiente. Descubrí que detrás de ese disfraz de chico “malo”, se esconde un chico dulce que pide cariño y atención a gritos.

Esa noche te conocí más que en cualquiera de las salidas que tuvimos alguna vez. Esa noche me gustaste más que nunca. Pero los dos sabíamos que iba a funcionar mejor si solo éramos amigos. 

Volviendo al presente, me encanto encontrarte esa noche, pero me encanto aun más saber que una de tus amigas se pusiera celosa porque estuve un largo rato muy cerca de tus labios, escuchándote atentamente.

miércoles, 17 de agosto de 2011

En el puente entre lo visible y lo invisible

En un puente observando la ciudad de noche. Las luces amarillas salpican un poco de vida a esta ciudad que de día es gris. Donde no todo se puede ver, donde no todo se puede tocar, pero donde la mayoría de cosas se pueden sentir.
En un puente observando aquello que no se puede ver. Viendo a través de los rostros que circulan por aquí.  Donde se ven nacer y morir  ilusiones rosas. Donde la felicidad es infinita, y donde no esta prohibido soñar.
En un puente queriendo traspasar fronteras. Con ganas de tener alas y volar más allá de la turbulencia. Donde se puede ser libre en un mundo paralelo. Donde la felicidad no se mide con dinero.
En un puente queriendo encontrarme a mi misma. Para luego dejarme encontrar por sus ojos. Donde viviré un sueño más de esos que alguna vez tuve. Donde no importa nada, pues solo necesito compartir.
Lo visible y lo invisible es más que demencia, es más que un mundo paralelo. Es la vida misma en este planeta donde todos tenemos algo de locos. Pero solo aquellos que se deshacen de los  antifaces de brillos y colores podrán sentir.

martes, 16 de agosto de 2011

Muy parecido al Amor

Todos nos hemos enamorado alguna vez, quizá fue un amor correspondido algunas veces, y otras tantas sufriste tanto porque no fue correspondido. Si nos detenemos, y damos marcha atrás en la maquina del tiempo, podemos darnos cuenta que las relaciones de pareja evolucionan en el día a día, y se va perdiendo esa inocencia y ternura que había en las primeras cartas, en las primeras salidas y en los primeros besos en aquella no tan lejana época de adolescentes.


Era muy típico, escribir millones de veces el nombre del chico que te quitaba el sueño y la concentración, y haciendo uso del curso de matemáticas le sumabas tu nombre, para luego convertirlos en obra de arte, bordeándolos con un corazón. Eran tan simple que un chico se diera cuenta que morías por él. Solo le decías a tu amiga que le pregunte a su amigo por quien moría él. Entre ellos se pasaban información, y en un par de días ya te estaban llamando para salir.


Abriendo el libro de mi vida, recuerdo que solía salir en grupo al cine, y si te sentabas al costado de la persona que te gustaba, era muy probable que te diera una declaración de amor muy tierna.


Con el pasar de los años, las relaciones toman otro sentido. Empiezas a frecuentar otro tipo de lugares, y las bebidas con alcohol son parte del plan. Todo se vuelve complicado, sales con un chico pero no sabes si eres su amiga, su enamorada, su agarre, o algún otro calificativo. Ya no hay más esa declaración de amor, y todo se traduce a la ahora tan famosa pregunta: ¿Qué somos?

En estas nuevas salidas - donde empiezas a conocer a aquella persona que muy amablemente te pidió tu número de celular o tu correo electrónico y que accediste a dárselo porque hay algo que viste en esa personas que te agrado – aparentemente todo es perfecto, es muy difícil encontrarle al otro algún defecto, pues ambos quieren causar cierta impresión en el otro. Empiezan a intercambiar miradas, gestos, besos y caricias, pero todavía no son nada. Se llaman, se extrañan, y hasta se desean, pero todavía no saben que son. Todo esto para mi, es algo muy parecido al amor.

No llega a ser amor, pues solo vives una ilusión al máximo, de algo que puede ser o no ser. De algo que puede acabar en un instante o durar eternamente. Al no saber que calificativo los describe mejor, según el libro de relaciones de pareja, ambos pueden seguir saliendo y frecuentando a otras personas, seguir intercambiando palabras y besos con otros, y eso no debe porque molestarte. Y si te molesta, es porque ya te involucraste demasiado y necesitas encontrar la respuesta para el tan popular ¿qué somos?