Santiago, una vez más estoy dentro de ti. Si no me equivoco, es nuestra
tercera vez juntos, y ni te conozco. Solo he disfrutado recorrer un pedazo
pequeño de ti, estancada en el aeropuerto esperando un vuelo de conexión. Solo
te he visto a través de las ventanas de las salas de embarque o cuando
sobrevuelo tu ciudad.
Casi cuatro horas me tomo llegar hasta ti, volando de madrugada. No he
dormido y a consecuencia tengo la cara ojerosa, la cual intento ocultar bajo
una fina capa de maquillaje sin lograr los mejores resultados.
Un café sin cafeína, que ironía, es mi desayuno a las 6.40am en el Starbucks, siendo el único spot con wi-fi
gratis en todo el aeropuerto. Ahora estoy recostada sobre un gran sillón de
cuero al lado de Cau, mi compañera en esta nueva travesía. Ella duerme con los
ojos cubiertos, la luz se cola por las ventanas y mis ojos no quieren cerrarse.
Por el contrario estoy escribiendo mientras mis oídos escuchan
"ghost" de Ingrid Michaelson.
De pronto se sacude la ciudad, pienso que es un avión aterrizando. Pero es
un largo temblor el que nos sorprende. Observo a la gente, nadie se mueve. No se
si es porque están acostumbrados a los movimientos telúricos o es porque no
saben hacia donde ir cuando esto sucede.
Llaman el número de mi vuelo, tiempo de abordar. Adiós Santiago, pasare por
ti a mi regreso, pero realmente ansió conocerte mucho mas…