martes, 11 de junio de 2013

De campamento en Carampoma-Japaní



Hacia tiempo que quería escapar de la rutina, y empezar una nueva aventura. Así que me 
decidí, y el sábado a las 7.30am ya estaba en la casa de L con Cau. Luego de acomodar las mochilas y el resto del equipo en Chitara, la camioneta de L, empezamos el trayecto.

La primera parada fue en un grifo en la carretera, donde nos encontramos con el resto de grupo que viajaba en otro camioneta. Siete personas en busca de nuevos caminos.  Una vez que las camionetas fueron alimentadas con el combustible adecuado, cargado con las provisiones necesarias y con los walkie talkie en mano, era momento de continuar con el recorrido.

Más de cuatro horas de camino, entre paradas para tomar fotos y preguntar a las personas más amables la dirección correcta. Pasamos Chosica, Santa Eulalia, Callahuanca, Huinco, Autisha, San Pedro de Casta y San Juan de Iris, bordeando las montañas que se tornaban cada vez mas verdes conforme nos acercábamos al destino. Hasta que por fin, después de conversar harto en el auto y disfrutar del increíble gusto musical de Cau, llegamos a Carampoma.

Un plato de arroz con huevo doble yema llenó de satisfacción nuestros estómagos y ya estábamos listos para adentraremos por fin en las montañas. Mochilas en la espalda empezó la caminata en altura.  Subir las verdes montañas, algunas tenían andenes y en otras pastaban las vacas mas hermosas.

Eran las seis de la tarde y todavía nos faltaba un kilometro de camino, pero el  frío empezaba a acercarse así como el sol a ocultarse. Así que empezó la odisea para armar las carpas donde nos refugiaríamos en la noche. Y digo una odisea, pues una de las linternas dejo de alumbrar muy pronto, y con solo una luz armamos dos carpas sobre un terreno que no era del todo plano.

El frío se hacia más intenso y perforaba mi cuerpo, pero no me importaba estaba feliz, maravillada. Los siete tirados sobre el pasto mirando las estrellas, alucinando con ellas. Nunca había estado tan cerca de las estrellas ni rodeada de tantas.

Un par de horas después, luego de comer un par de latas de atún con galletas, los siete nos refugiamos del frio al interior de la carpa. Un shot de Capitán Morgan nos hizo sentir nuevamente los dedos de los pies, y las carcajadas e historias hicieron la noche. Caímos rendidos, pero dormir profundamente es difícil, sobre todo si el lugar donde duermes esta inclinado hacia un lado. Los que dormimos hacia el lado derecho perdimos, pues bastaba que nos acomodáramos un poco para perder el sitio, ya que el que estaba al lado se rodaba.

El viento soplaba y parecía que alguien azotara la carpa, y con L terminamos hablando de dioses griegos a la madrugada. Y a las cinco en punto nos despertó el graznar de un burro. A las seis nos rendimos con el sueño y salimos a tomar desayuno y preparar nuestros cuerpos para bajar la montaña.

Fue muy divertido, te retas a ti mismo constantemente y conocí a cuatros personas maravillosas que hicieron de esta travesia aun más divertida. Pero también volví a conocer a mi amigo de siempre, a L. Y fue raro, pues hemos andando con el mismo grupo de amigos desde que nos preparábamos en la academia para ingresar a la universidad, pero recién este año siento que lo estoy conociendo de verdad. Y me alegra tenerlo como amigo, fue valiosa su presencia cuando en la ultima parte del camino mi cuerpo no podía mas. No se separo de mi y me dio fuerzas para llegar a la meta, y realmente se lo agradezco porque toda esta experiencia fue mística…







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